Reproducción del Oso Polar

Reproducción del Oso Polar

El cortejo entre hembras y machos es un proceso muy peculiar. Cámaras espías que se mantienen muy cerca de estos animales para que nosotros podamos conocer detalles de su ciclo de vida, han captado momentos que resultan sorprendentes y hasta graciosos.

Mediante investigaciones se ha afirmado que los machos siguen las huellas de las hembras reproductoras por varios kilómetros. Se desconoce a detalle la manera en la que esto ocurre, pero se cree que el sentido del olfato y las emisiones químicas que la hembra deja en el ambiente participan en este encuentro.

Los machos siguen las huellas de las hembras reproductoras por varios kilómetros hasta encontrarlas.

La madurez sexual es alcanzada por las hembras a los cinco años de edad y los machos generalmente un año después, pero no se aparean hasta que cumplen los 8 o 10 años de edad, ya que necesitan el tamaño y la fuerza necesaria para enfrentar a otros machos en las batallas.

Las competencias se dan entre dos o más machos. Por cada hembra existen tres osos en espera para aparearse, por lo que solamente lo consigue el más grande, fuerte y perseverante, mientras el resto tendrá que recorrer más distancia para encontrar a otra hembra disponible.

Muy pocas veces estos enfrentamientos han sido mortales; sin embargo, las lesiones y cicatrices son frecuentes.

Hábitos reproductivos de los osos polares.
Madre con sus crías jóvenes en el Ártico canadiense.

Las hembras suelen demorar un poco para aceptar al macho. Este debe demostrar interés y habilidad si es que desea obtener la oportunidad. Ellas, por su parte, se dejan perseguir, se esconden o escalan algunos metros para observar la reacción y destreza del “pretendiente”.

La ovulación inducida necesita de varios encuentros de apareamiento para estimular la fecundación.

Los osos polares tienen un sistema de apareamiento polígamo en el que la hembra entra en celo durante tres días y las parejas permanecen juntas por un breve período de tiempo.

Esto se produce mayormente a finales de la estación invernal o a inicios de la primavera (marzo-junio). Después de ello, el macho se separa para posiblemente ir en busca de otra hembra, mientras la futura madre comienza una nueva etapa.

La ovulación inducida necesita de varios encuentros de apareamiento para estimular la fecundación, por lo que las crías pueden ser de diferentes padres o bien, la permanencia de la pareja por varios días conlleva a varias cópulas y garantiza el éxito reproductivo.

El óvulo ya fertilizado se mantiene en suspensión alrededor de cuatros meses y es cuando la hembra debe alimentarse adecuadamente antes de entrar a la guarida. En ese tiempo, ingiere enormes cantidades de comida, incrementando su peso con 200 kilos extra o hasta el doble en muchos casos.

Antes de entrar a la guarida, la hembra incrementa su peso corporal hasta con 200 kilos extra.

Una vez que la hembra cava en el hielo su guarida de aproximadamente 1.5 metros de ancho, se dedica a esperar el nacimiento de sus crías y posteriormente a protegerlos hasta que alcanzan el tamaño suficiente para conocer el mundo exterior.

El período de gestación dura alrededor de ocho meses y los oseznos nacen entre noviembre y enero. Las hembras se reproducen cada dos o tres años, dependiendo de la disponibilidad de alimento.

Comúnmente tienen dos recién nacidos, sin embargo se han visto con uno o con tres. Los nacimientos de cuatro crías son muy raros, pero han existido casos.

Osos polares y cuidado de las crías.
Adorable cría de oso polar.

Nosotros solemos ver a los hermosos oseznos que salen de su guarida luciendo un pelaje totalmente blanco, pero realmente no nacen así. Son muy pequeños y sensibles. Su piel carece de pelaje y los ojos permanecen cerrados hasta por un mes.

En sus primeras semanas son amamantados con leche que les aporta hasta el 33 % de grasa y su madre los cuida pacientemente dándoles calor. Lo que nosotros vemos al final, son lindos oseznos que están listos para enfrentarse a la vida salvaje y explorar cada detalle de su hábitat.

Las crías son amamantadas con leche materna que les aporta hasta el 33 % de grasa.

Cuando las hembras salen al exterior, disfrutan acostarse y girar en la nieve, hundir la cabeza, jugar con sus oseznos y defenderlos ante cualquier intruso que quiera acercarse. Son madres muy dedicadas y celosas, capaces de arriesgar la vida con tal de defender a sus pequeños.

Los jóvenes inexpertos aprenden a cazar observando a su madre. Ellos montan en su espalda durante los trayectos o van detrás de ella. Cuando tienen poco más de un año de edad, comienzan a cazar por sí solos, aunque todavía dependen de su madre para sobrevivir.

Poco a poco van aprendiendo técnicas hasta volverse expertos depredadores. Cuando han pasado de dos a tres años, las hembras pueden reproducirse de nuevo, por lo que los descendientes deben continuar su vida por su propia cuenta.